Long gone


Veo su carta sobre la mesa. Huele a tinta todavía. Ni siquiera tengo que abrirla para saber qué es lo que dice. Las rodillas tiemblan, las manos se hacen agua, la boca se pone como algodón. Siento ceniza que ensucia el alma. Me lleno de vacío por dentro cada vez que respiro. 

Dice que se fue con otro tipo. Uno que le presta atención a diario. Uno con el que tal vez se case, vestida de blanco. Seguro tendrán un banquete en la recepción. Seguro luna de miel en Aruba. Seguro hijos y seguro peleas por dinero.

Escucho un aullido estremecedor, como el de un oso malherido. La sangre se congela en las venas. Resulta ser mi voz, gritando. Estoy desgarrado. Tengo todo el tiempo del mundo para llorar. La noche es joven y las heridas muy profundas. Es una lástima que no sean mortales. 

Pienso en nuestros tiempos juntos y me quedo medio ciego. Días que no van a volver jamás porque apenas soy un roto, viejo, estúpido, borracho, solitario escritor.

No sé cómo llegué al suelo. No me puedo poner de pie. Las piernas no me hacen caso. Vomito sobre la alfombra. No me molesto en quitarme. 


¿Cómo es que no pude ver que la perdía? Estúpido y roto viejo. No soy nada más que un manojo de carne temblorosa, bañado en lágrimas. Patético. Por eso se fue. Porque no sé cuidar las flores, porque soy un cínico que prefirió no necesitarla. Nunca quise morir por ella, como ella por mí.

Tengo la mano fracturada. Seguro. El espejo tiene un hueco justo en medio. La sangre mancha la cerámica, gotea hasta el piso. Entre los vidrios rotos hay hilachas de mi carne y de mi piel. Me arruiné algunos tendones. El dolor no aparece aún. Ya llegará. No va a ser bonito.

Al fin me pongo de pie. Me siento como si hubiera aguantado doce rounds con el maldito Sonny Liston. Me vendría bien tranquilizarme. Quiero un cigarrillo pero hace ocho meses dejé de fumar. Ella odiaba el olor en mi ropa. La odio por eso.

Trato de usar el teléfono. El pulso me traiciona. No puedo ver. Estrello el aparato contra la pared aunque no tiene la culpa de nada.

Ella dice que algún día nos veremos de nuevo. Yo digo vete a la mierda, muñeca. No necesito consuelos. Puedo arreglármelas sin ti. Sólo que no será esta noche. No esta noche.

Salgo a la calle. Camino como un sonámbulo. Encuentro un río y me quedo viéndolo hipnotizado. Estoy seguro de que nadie tendría más derecho a ahogarse que yo. Pero, me doy vuelta para buscar cigarrillos.  

Ya me las arreglaré, muñeca. Y cuando lo haga, te juro, serás lo último en lo que piense para hacer todo aún más amargo. Será un buen final para mí. Ahora lo sé.

1 comentarios:

Anonymous said...

Sabes que te amo ¿cierto?, es quizás tan absurdo como pararse en una roca a gritarle al planeta que gire en la dirección opuesta para regresar en el tiempo y evitar conocerte, tan absurdo como pensar que alguna vez pudieras enamorarte de mi, no pido amor enloquecido, con un amor fugaz me basta, con saber que alguna vez aunque fuera por pocas horas sentiste algo parecido a lo que siento, pero entonces recuerdo que está ella, la sombra de ella, el recuerdo de ella, la permanente presencia de ella, ella en carne y sangre, ella siempre,la de antes la de ahora, no se si será la misma, pero siempre estará ella.
Solo me queda entonces, gritar en silencio por que se que si te digo esto en la cara, tu te reirás en la mía.