And no more shall we part



Ayer te vi pasar frente a mí en la calle. Te movías tan rápido que creí por un segundo que era un espejismo el que me pedía permiso para pasar. Llevabas un impermeable azul y zapatos altos. El cabello recogido en una cola de caballo y los ojos delineados con lápiz negro. Ibas tan hermosa que por poco pierdo el control de mí mismo y estuve a punto de zambullirme en uno de tus bolsillos. Pero te dejé seguir sin murmurar palabra.

En la esquina lo besaste. Sonreí adolorido al tiempo que dentro se me derrumbó la vida como un edificio dinamitado. Te colgaste de su nuca con ambas manos, entrelazando tus dedos entre sí. Es alto y fornido, mi enemigo. Te mira directo a los ojos y puedo ver que te desea como yo lo hice, hace ya tanto tiempo atrás. Los escombros que caen pesados al océano son mi alma.

Siento que tus senos palpitan entre mis manos. Ese recuerdo me atraviesa las palmas como flechas ardientes. Lo besas de nuevo en la boca, pero esta vez es despacio, apenas rozándolo. Así me gustaba que lo hicieras conmigo. El sol brilla, tus ojos fulguran al verlo. Abrazados se marchan y yo empiezo a planear la forma de asesinarlos a ambos.

Estoy plantado en el cemento viendo como vas al horizonte, fugaz. No puedo hablar. Tus pestañas, el tímido aroma de tu perfume, los botones de tu saco, las piedras al lado del camino, las nubes, la risa enloquecida, las verduras y las lombrices me queman la dignidad. Mi orgullo se cuela hasta las suelas de mis zapatos. Mi trono está quebrado. Mi reina tiene un nuevo rey. Soy un exiliado de mi propio imperio.

Me amaste con tanta intensidad que el aire a nuestro alrededor se quemó. Mis manos estaban atadas y dejé que el fuego se apagara despacio, frente a mis ojos. Te amé con tanta intensidad que viví en tus poros y era mi sudor el que corría por tu cuerpo. Mi oxígeno en tus pulmones. Mi aliento en tus besos. Pero, mis manos estaban atadas. Fui un tumor en tu cerebro, un virus en tus arterias.

Y al final actué de acuerdo con mi naturaleza criminal. Lastimé tu amor honesto con soberbia, lo despedacé con mis pies descalzos. Te destruí a mi antojo cada noche con mi silencio implacable. Te humillé con mi ausencia acostada a tu lado en nuestra cama. Intoxiqué tu amor con mi venenosa arrogancia. Éramos dos esta mañana. Ahora sólo quedo yo y debo seguir. Tras de mis ojos se esconden los pecados que cometí y cuando los cierro danzan burlones. Me juzgarán por que te hice y bien podrías testificar en mi contra ante el jurado.

Acabo de verte pasar frente a mí. Finales de diciembre. Cuatro de la tarde. El sol brilla al tiempo que te vas con él. Quiero rendirme ante los caníbales que devoran solamente corazones. Me quiero entregar a mujeres que hablan hermosas palabras de amor a cualquiera que pague el precio.

¿Qué otra cosa puedo hacer, mi asesina, mi amante? Te perdono por no resistir más y no esperar a que las cadenas se rompieran y yo al fin quedara libre para ti. Te exonero por irte con él. Te libero de la culpa que no sientes. Ahora soy yo quien debe sufrir la condena de seguirte amando tanto. Soy tu hombre y siempre lo seré. Tuyo cuando él te haga el amor. Tuyo cuando tengas a su bebé. Tuyo cuando lleguen los cobros de la hipoteca. Ya que no eres mía sino suya siento que te amo igual y que aún me tienes. Sigo sonriendo. Adentro estoy hermosamente destruido y este desastre te pertenece igual que yo.

Los pájaros vuelan libres en el cielo azul, como conscientes de tu felicidad te siguen y te aletean alrededor. Me voy quedando sin tiempo. Con cada paso que das un poco de mí muere. Espero que los gallinazos entierren sus garras en mis ojos primero para no tener que verte más. Con cada paso que das el otoño le quita las hojas al árbol de mi alma, con cada paso que das el veneno pudre mi humanidad.

Eres una deliciosa gangrena que me devora la carne. Eres el tren al que me voy a lanzar. Eres el ídolo pagano ante el que se arrodillan mis creencias. Eres el demonio que incinera mi lucidez. Eres la luz de la autopista. Eres el perro que lleva a dios en los ojos. Eres Hitler y Ghandi.

Y yo, sin ti, no soy más que yo. Al fin, el infierno.

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