La herida más profunda
(The deepest wound)



Día: martes
Hora: 10:19 p.m.
Color: rojo Minuto 38.675.965

UNO
(¿Por qué no corres con un par de tijeras afiladas en la mano?)

Estoy cansado. Llevo 38.675.965 minutos de soledad. Ya no sé sí eso es mucho o poco, mi perro dice que es suficiente. Es tu culpa, por hacerme quererte. Conocer el amor te mata. Es como dormir con la cabeza apoyada sobre una roca cuando la noche anterior tenías una almohada de plumas.

Ya no tengo dedos en la mano derecha. Se gastaron marcando minutos en el pavimento. Hace varios días dejé de comer. Pensé que el hambre te borraría de mi mente. No es así, estás allí, como transplantada detrás de mis ojos, en mis vísceras.

Tenía que amarte. De verdad creí que saldría vivo de allí, pero no, el día que llegaste morí. Después sólo quedan un montón de piel y huesos, con un corazón que no late, adentro.

Recuerdo el día que te vi la primera vez. Hacía varios meses no salía de mi apartamento. Lucas había muerto y no quería sentir el olor a cadáver en las calles. Pero necesitaba fumar. Los cigarrillos que Blas me regaló se habían terminado. Y Blas no iba a ir a visitarme pronto. No ahora que Lucas ya no estaba.

Me apuré un trago de vodka que encontré en el gabinete del baño. Dios sabe cuánto tiempo llevaría allí. Estaba caliente y espeso. Eso fue suficiente para animarme a ir al bar de M. a conseguir algo de humo.

Afuera todo seguía igual. Las ruinas de la ciudad todavía estaban intactas: los edificios demolidos, los autos quemados. El aire era pesado de respirar, como si fuera plomo. Pero, ya todos estabamos acostumbrados.

A pocas cuadras un soldado me detuvo. Me preguntó qué carajos estaba haciendo solo a esa hora en la calle. "Maldito vagabundo ¿qué no sabes que hay toque de queda?", ladró. Le dije que se fuera al cuerno, que necesitaba fumar. Me golpeó la cara con el reverso de la mano derecha. Después me dijo que me largara o me iba a meter una bala entre las cejas. No me quedó más remedio que salir corriendo de allí.

Usualmente no huía de esos uniformados apestosos. Lo del toque de queda no era cierto. Ese idiota parecía convencido de que la guerra todavía continuaba y que yo era el enemigo.

De un manotazo me quité esos pensamientos de la mente. Seguí caminando Era martes, noche de pelea y seguro Vacío ya estaba moliendo a puños a algún borracho idiota. Tal vez, si estaba de suerte, alcanzaría a ver cuando el tonto aquél se desmayara del dolor. Vacío siempre gana. Sentí lástima por el pobre infeliz al que le tocaba el turno.

Llegué donde M. media hora más tarde. Ya no había nadie en el ring. Blas estaba arrodillado restregando con una esponja un montón de sangre que había en la lona. Mientras, un chiquillo recogía unos dientes y los iba poniendo en un tarro de plástico que media la mitad de su tamaño. Debía tener unos 2.000 dientes allí guardados. Dijo que los iba a vender en el mercado. No pregunté quién los iba a comprar.

Me senté en la barra. M. me acercó una copa de tequila y se sirvió una para él. El primer trago que bebíamos siempre era en honor a Lucas.

- Te lo perdiste- me dijo- Vacío le partió el alma al herrero
-¿A Saúl?
- Ese mismo
- Estúpido. ¿Qué carajos se le metió? ¿Pelear contra Vacío?
- Encontró a su mujer con otro tipo en la cama
-...Buena razón. ¿Dónde está ahora?
- Se fue para México, dijo que allá no ahorcan a los asesinos
- Es verdad

M. es un buen tipo de verdad. Atiende el bar porque sabe que sujetos como Lucas y yo no tenemos otro sitio a donde ir. No recuerdo que ninguno haya pagado jamás por un trago. Nos deja emborracharnos hasta la inconsciencia cada que nos da la gana. Creo que para él, a su manera, somos una especie de familia.

Vacío vive en el bar. Llegó a la ciudad el día que las tropas se retiraron. Ruth nos contó que un viejo boxeador francés se estaba hospedando en su hotelucho. Dijo que tenía un montón de fotografías de sus peleas, pero ningún título o trofeo.

Una noche Vacío le pidió a M. que organizara una noche especial de boxeo.

-Es que necesito estirar los músculos. Ya sabes, desoxidarme.

M. aceptó de buena gana. Entre los dos improvisaron un ring con algunas sillas y una soga larga. Esa noche 23 hombres, entre ellos algunos soldados rezagados, entraron al improvisado cuadrilátero. Todos perdieron por knock out. M. no desarmó el ring y Vacío no regresó donde Ruth.

- Oye, necesito cigarrillos- le dije a M mientras me apuraba el trago.
-¿Y los que te llevó Blas?
- Se acabaron
- Tienes que dejar de fumar. Esa mierda te va a matar
- Sí, lo sé

No me quedé, recogí los cigarrillos y salí. M. dijo que el Capitán llegaría pronto. Maldito Capitán. Desde que terminó la guerra va una vez al mes al bar. Busca camorra a algún demente ebrio y luego se lía a tiros con él. Ese lunático cree que esto es el Far West. Pronto no quedará nadie más a quien matar. ¿Y entonces qué?

DOS
(La piel bajo las piedras)

Llevabas un vestido rojo. ¿Cómo olvidarlo? Parecías una actriz de los años 50, Grace Kelly o Ingrid Berman. Recuerdo que pensé por qué una chica como tú estaba con ese gorila. Los vi salir del hotelucho de la vieja Ruth. Él se tambaleaba. Era más alto que tú. Llevaba el brazo derecho sobre tu hombro izquierdo. Sus botas eran militares, su chaqueta también. Llevaba los cordones desatados. Caminaba como si fuese un muñeco de trapo mojado. No pude contener la risa cuando se fue de bruces y se destapó la cabeza con un ladrillo que estaba en el suelo.

Intentaste ayudarlo. De un golpe el animal rasurado te lanzó lejos. La sangre lo había cegado, gritaba y se babeaba. Lanzaba puñetazos al aire. Te llamaba perra y decía que cuando te alcanzara te iba a arrepentir, que con él no se juega.

La rabia transformó al gorila en un maldito King Kong. Desenfundó una vieja Luger de su cinto y empezó a disparar en todas direcciones. Me quedé paralizado. Él vociferaba y escupía, enloquecido. Tú estabas asustada y apenas si podías evadirlo.

De repente, me tomaste la mano y corrimos hasta que nos ardieron los músculos. Luego... corrimos un poco más.

TRES
(Corderos y mártires)

Lucas tenía 25 años el día que murió. Yo lo encontré. Se había tomado un cóctel de pastillas para dormir y calmantes con una botella de tequila. No sé cómo logró cortarse las venas. Era un corte limpio, desde las palmas de las manos, siete centímetros hacia arriba. Cuando entré al baño estaba tirado en un charco de sangre y vómito.

Nunca supimos por qué lo hizo. Se suponía que estaba feliz. Todos los días hablaba de Roja. Decía que por ella valía la pena cortarse las uñas de los pies y hasta masticar vidrio. Se habían conocido en Kostof, una ciudad vecina. Lucas dijo que fue amor a primera vista. Nunca le pregunté a ella.

Blas dijo que teníamos que quemar el cadáver, que no podíamos enterrarlo en el cementerio de la ciudad. Hicimos una fogata en los límites y metimos el cuerpo allí. Ese día nos embriagamos y contamos estrellas. Vacío rezó. Nunca lo había visto hacer eso. Ni siquiera sabía que creía en Dios.

- No creo en Dios
- Pero acabas de hacer una oración
- Chico, óyeme bien...no creo en Dios

No pudimos encontrar a Roja para que fuera al funeral.

CUATRO
(Iones)

Llegamos hasta los límites de la ciudad. No sé cuánto tiempo corrimos. Nuestros músculos estaban derretidos, eran lava ardiente.

- Gracias
- No hay problema
- Me llamo Nada
- Yo soy Steve McQuinn
- No es cierto
- No. No es cierto.

Tu vestido rojo de diva del cine estaba arruinado. Eras Jane en la selva con Tarzán. Te veías hermosa.

-¿Cuál es la historia entre el gorila y tú?
- Ninguna
-¿Es decir que atravesamos toda la maldita ciudad corriendo por nada?
-No por nada. Él nos iba a matar.

Al amanecer te dije que fuéramos a mi apartamento. Podrías darte una ducha, descansar un poco y comer algo. Quería besarte. Regresamos a pie. No nos dirigimos la palabra hasta que encontramos las ruinas de los edificios. Nunca había notado lo poético de la destrucción a la luz del sol del amanecer.

- Solía trabajar allí- Señalaste con la mano derecha el viejo hospital. Los aviones lo bombardearon años atrás- Era una enfermera.
- ¿Qué haces ahora?
- Soy astronauta y publico análisis filosóficos sobre la obra de Delfín Grueso.

CINCO
(La última vez que vi París)

Lucas y Roja eran inseparables. Se la pasaban en el bar de M. y cuando había toque de queda se encerraban en alguna de las habitaciones de la vieja Ruth. No los volvíamos a ver en días.

Era extraño ver a Lucas así. No era esa clase de tipos que tiene tiempo para mujeres. Él era un hombre simple: dormía hasta tarde, pintaba cuadros y los vendía a cualquiera con una pared para colgarlos. Con el dinero apostábamos a las peleas de Vacío.

Mientras tanto yo escribía poemas y los cambiaba por comida. Había aprendido eso en una película. Y aunque nunca pasábamos hambre, Lucas siempre pensó que con lo que ganábamos podríamos mudarnos de Camdem Town hacia otra ciudad. Decía que quería vivir en un sitio donde la mierda no nos llegara al cuello.

Pero, ahora Lucas no se quería ir. De pronto vivir en esa maldita ciudad llena de escombros y soldados malolientes no era una idea tan mala. ¿Por qué irse a otra parte? Ella estaba allí, con él.

Roja le juraba que esos cuadros que él vendía por maní serían un éxito en Francia.

- Ellos si que saben de arte. Pierre Bourdieu escribió un libro sobre la sensibilidad cultural de los obreros. Esto es posmodernismo- decía y luego se quitaba la ropa -Posmodernismo para gatos.

Hacían el amor en todas partes. Cualquier lugar era ideal para entregarse. Se amaban con rabia, derramándose la sangre. Muchas veces estuvieron a punto de ser baleados por los soldados que quedaban en la ciudad.

Lucas empezó a pintar a diario. Pero, ya no vendía su trabajo como antes. Roja lo había convencido de mostrarlo en el Búnker, un club de intelectuales fundado por una mala copia de Jean Paul Sartre, un tipo llamado Vincent.

Roja llevó a Vicent a una de las peleas de Vacío. Sabía que todos nos reuníamos a verlo y quería que lo conociéramos. Según ella, ese tipo nos podía mostrar cosas del mundo que nunca veríamos mientras continuáramos atorados en Camdem Town.

Vincent era un hombre alto. Le faltaban un par de centímetros para medir dos metros. Tenía el rostro pálido, como Bela Lugosi, en Drácula. Daba la impresión de haber vivido en una cueva durante años. Iba vestido de negro. Qué cliché más ridículo: un poeta/filósofo usando ropa oscura. Nadie dijo nada sobre el tema. Tenía las manos como las garras de un buitre. Los dedos largos, delgados y las uñas afiladas.

El sujeto ni siquiera se molestó en mirar hacia el ring. Dijo que el boxeo era una clara muestra de atraso cultural y que Vacío era una especie de primate nacido para entretener a otros primates con menos agallas como para tronarse a golpes con él. Roja celebró su comentario con una carcajada.

- Lucas, me gusta tu trabajo. Es algo tosco y es evidente tu falta de educación, pero se le nota la pasión. Y eso vale para mí- mientras Vincent hacía su evaluación de las pinturas de Lucas, Roja asentía con la cabeza, como si esas fueran las conclusiones de un sesudo análisis que ambos habían hecho.

- Creo que eres, en definitiva, material para París –remató el espantapájaros y luego miró a Roja directo a los ojos - por fin nos podremos largar de este pueblo de fantasmas.

Farewell

In Memoriam Carlos Chaparro
(Versión libre de Opio)

Qué cosa tan seria... estoy vuelto mierda. Me siento como un gato ebrio, que canta maricadas desde un techo. Qué vuelto mierda estoy, qué mierda estar solo. Pero, ¿qué puedo hacer?, andar por ahí a pie, muerto porque todos están muertos. Nadie sabe qué pasa, todos se murieron y no se dieron cuenta.

Qué cosa tan seria... sólo me quedan los parques y las palomas, sólo me queda un puñado de maíz para los pájaros y un hueco adentro. Ya no hay ni siquiera nubes, se acabó el dulce de algodón y todos vueltos mierda. No hay nubes.

Las calles huelen a moho, huelen a ceniza... las calles vacías y yo sin reloj. ¿A qué hora pasó esto? Todos se fueron. Magenta se fue en un tren, no me dijo nada. Magenta en el tren y yo muerto, vuelto mierda, borracho.

No hay rock, no hay poesía. El Rey ha caído. Elvis murió cagando, ¿cómo se mató Keith Moon? Seguro se voló la cabeza. Un man valiente, un borracho sin nada qué perder, porque, ¿la cabeza para qué?

Todos se van. El tren hacía chú, chú y ella no miraba. Y yo ahí, parado oyendo el chú, chú y sin llorar. Vuelto mierda, borracho, sin reloj. Con un hueco en el pecho, sin nubes.

Ayer llovió. Llovió sin nubes. Las gotas trip, trip, trip. Ya se había acabado el vodka. Tal vez debería volarme la cabeza...no quiero morir cagando.
Los pájaros se ahogaron. Llovió ayer, llovió hoy... ¿qué día es hoy? No sé, no hay espejos. Ya no sé cuándo se fue Magenta. Ya no oigo el tren, sólo el trip, trip, trip de la lluvia sin nubes.

Magenta se fue. Iba en un tren y nunca miró atrás y yo pensé que esa era una situación muy seria, que de verdad estaba vuelto mierda. Qué cosa tan seria.