Un mundo mejor


Dillinger murió a tiempo. Ya había jodido el mundo lo suficiente con sus balas y esa sonrisa de un millón de dólares. Marvin Gaye murió justo a tiempo. Ya habían suficientes canciones de amor como para re poblar toda África. Kurt Cobain murió justo a tiempo. Ya su angustia había provocado tantos suicidios como para hacer que Marvin Gaye dejara de cantar.

La verdad de las cosas

No vale la pena caminar cuatro kilómetros hasta el trabajo, soportar tres meses de lluvia y buses atestados. No vale la pena estar sentado 40 años por una pensión de mierda y tumores en las bolas. No vale la pena ganarse la vida apostando al billar o en el hipódromo. No vale la pena vivir esperando la muerte.

No vale la pena soportar filas afuera de los bancos para que te quiten el sueldo. No vale la pena pagar en dólares por hamburguesas y perros raza Shiatsu. No vale la pena el amor para odiar después. No valen la pena los zapatos sin cordones para ahorrar tiempo, ni los cursos de inglés, ni los reinados de belleza.

Nada vale la pena. Nada importa porque todo te vuelve loco: los zapatos y la televisión, los congresistas, la baba de caracol, los cigarrillos mentolados y los automóviles chinos.
Aquí sólo importa ser un maniquí, tener una cuerda bien puesta para que el títere de mueva, por lo demás, nada vale la pena.

Lo que realmente vale la pena


Mi lógica es simple: comer mierda y vivir borracho. Soy un perro de la calle y no necesito nada. Sólo cigarrillos y una buena esquina desde donde mirar al mundo girar. Mi lógica es simple. Es la lógica de la soledad que es mía y de nadie más.

Aunque no siempre fue así. Antes no estaba solo. Había humo y alcohol, que nunca pueden faltar, pero estaba ella. Vivíamos bien y mi soledad acompañaba a la suya. Pero se fue y me quedé aquí.
Ahora que se largó ya lo entiendo todo, encontré la verdad. Mi lógica es simple: joderme la cabeza leyendo a Buk, destrozar bares y dormir apenas lo necesario para no alucinar. No logré nada. Ya tengo cabellos blancos y el hígado hecho puré. Pero, así son las cosas: simples.

Veo a la gente desde mi esquina. Compran autos y tiene tarjetas de crédito. Yo no tengo ni siquiera un colchón que no me arruine la espalda, pero sí que vale la pena estar así. Cuando el mundo explote voy a flotar en el espacio, porque nada me ata. Ya no hay nada afuera para mí, sólo cuentas por pagar. Y adentro lo único que hay es cerveza y comida a medio digerir. En mi clóset mis zapatos se pudren y junto a ellos mi corazón.