Las autoridades locales concluyeron que Magaly fue violada y asesinada el mismo día de su desaparición. La pequeña murió por asfixia mecánica. Parte del uniforme de la institución en donde ella cursaba noveno grado fue encontrado hecho jirones al lado de su cuerpo.
Magaly murió en lo que los habitantes de la vereda llaman "el paraíso". Altobonito es un lugar tranquilo, un extraño espacio dentro de Colombia del que la violencia parecía haberse olvidado. El país se conmocionó por un momento con el trágico hecho.
Sin embargo, unos días después del trágico evento, la normalidad regresó, no sólo a la vereda sino a todo el territorio nacional. Nadie supo que en sólo seis días más la niña cumpliría quince años y que su familia había vendido varios animales para comprarle un vestido de satín rosado y un pastel de chocolate con fresas que alcanzara para trece invitados.
No me gustan las teorías, pero aquí hay una: Magaly no importa tres pelos del culo en este país. ¿Por qué? Primero porque cadáveres hay muchos y ¿quién tiene tiempo para estarlos contando?; segundo porque es menos dramático iniciar un debate sobre un irreal mundial de fútbol en Colombia, que uno sobre niñas de 14 años violadas y asesinadas.
Entonces, ¿a quién culpar?; ¿al boca floja del Vicepresidente?; ¿a los miembros del Ejército? Quién sabe, tal vez a todos lo anteriores y los demás también, porque hace meses fue Magaly, de 14 años, luego fue Jennifer Luguilo, de 17, quien fue atacada con ácido en una calle de Cali a plena luz del día y la lista sigue.
Pareciera que en Colombia no hay culpables. Todo se vale y lo único que hay que saber son algunas reglas que se deben seguir al pie de la letra, tal como en el boxeo:
A. Siempre hay una víctima
C. Nunca olvides la segunda regla
Entonces, adiós Magaly. Feliz cumpleaños y qué lástima que hayas tenido que nacer en un lugar en donde siempre debe haber un perdedor, pero nadie puede cambiar eso de una vez.