Raymond Chandler y la mujer que lo amó


Me dicen que el cuerpo está en el cuarto de atrás y que tenga cuidado al entrar. Todos fijan los ojos en la baldosa cuando llego. Me piden que entre despacio. No quieren que me manche los zapatos de sangre ni que arruine la evidencia. Hay que hacer una investigación y eso.

Lo veo. En el piso. Es el cuerpo, su cuerpo. Ayer era Crissy, la chica de la sonrisa bonita y hoy es el cuerpo. Ya no es un alguien. Es un eso. Un algo. Un cuerpo. La evidencia con la que hay que tener cuidado para no ir a arruinarla.

Se cortó la garganta con una de las navajas de mi cuchilla de afeitar. El suelo es una suerte de alfombra líquida. La sábana con la que la cubrieron es de mi cama y está toda manchada de un rojo oscuro, como quemado.

No debió haber tardado mucho en morir. Unos tres minutos, tal vez. El forense no me mira cuando dice que el corte fue limpio y profundo. Que se abrió la vena a la mitad con bastante precisión. Siempre tuvo el pulso muy firme, le digo.

Allí de pie frente al cadáver de mi chica me doy cuenta de que no siento nada. Ni tristeza ni ira. Ni siquiera me preocupa quién va a limpiar este desastre.

Pero, pienso en qué habrá sentido ella. Seguro sintió mucho frío.

Seguro convulsionó un poco.

Seguro lloró.

Seguro al final tuvo miedo.

Pero, lo hizo de todos modos. Se drenó como una bolsa de leche rota. Justo como lo había prometido.

El aire huele a metal fundido. Supongo que es la sangre. Siento deseos de decir una oración por ella pero es demasiado tonto. Incluso para mí.

Uno de los policías empieza a decirme algo sobre el traslado del cadáver. La morgue. Papeles para firmar. Llamadas. No tengo idea de qué habla. No le respondo nada. Le doy la espalda. Salgo de allí despacio pero sin detenerme.

Afuera brilla el sol. Entro al primer bar que veo y le pido un gimlet al mesero. Ella los odiaba. Decía que era un trago muy cosmopolita. Pero, siempre lo pedía para emborracharse conmigo. Brindo a su salud.

Entiendo porque se cortó la garganta. Era demasiado feliz. Todo estaba demasiado bien. Incluso conmigo. Incluso mi novela. Ya la película era un éxito. Y las ventas en Europa están disparadas.

Y ella. Con su vestido de flores. Me parecía que se ponía la primavera los domingos. Sonreía cuando yo estaba sentado frente a la máquina de escribir, tecleando como un demonio para pagar la renta y tapar las goteras.

Me preparaba un café y siempre le ponía una copa de vodka dentro. Sabía que soy un amargado así que cuando estaba rompiendo las hojas terminadas y prendiendo fuego a los libros de Dashiel Hammet, ella subía el volumen a los discos de Frank Sinatra.

Pero, se cortó la garganta. Justo como lo había prometido que lo haría si un día eres demasiado feliz.

Otro gimlet. Una canción de Bing Cosby. Un poema de Walt Whitman. Es que ella se fue y yo no había pensado en qué iba a hacer después de este día.

No siento nada. Ella se fue. Se cortó la garganta en nuestra casa y yo sólo espero a terminar un trago para pedir otro. Lo único que siento es deseos de elevar una plegaria por ella pero pienso que es demasiado tonto. Incluso para mí.